En los últimos días, la gobernadora santacruceña Alicia Kircher y el intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, consumaron de manera oficial un acercamiento, luego de que ambos dirigentes se mantuvieran distanciados, producto de la interna política dentro del Frente de Todos que retrató este medio. Los gestos se leyeron como una tregua y se dieron como consecuencia de un trasfondo de llamados y reuniones.
El primer encuentro, tras largos meses sin verse, con ausencias y declaraciones cruzadas, se dio en Casa de Gobierno, con Alicia jugando de local, como el protocolo político manda en estos casos. Fue el intendente quién se encargó de difundir, casi de forma exclusiva, la reunión que tuvo como eje la gestión de la pandemia. Atrás quedaron los reproches mutuos.
Según pudo reconstruir La Tecla Patagonia, para llegar a ese momento hubo que pasar por varias instancias previas. La peregrinación incluyó un reto de Nación, las gestiones de funcionarios del Gobierno provincial, y un aleccionamiento para Grasso, que debió retroceder en su andanada por capturar el poder en la alianza oficialista.
En el día de hoy, la Gobernadora y el intendente participaron de un acto presencial donde presentaron una fresadora de asfalto y pavimento, adquirida con fondos UNIRSE y una máquina cordonera, con fondos propios de la Municipalidad. Alicia fue acompañada por la primera línea de su Gabinete, y Grasso contó con el respaldo de algunos de sus funcionarios.
Las gestiones políticas y las obligaciones por la pandemia hicieron fuerza para que ambos sectores no culminaran por desatar una interna que dañara al oficialismo. Sin embargo, pese a los gestos públicos, las diferencias siguen vigentes y, a decir de la calle, ninguno le quiere dar la espalda al otro.
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