La Tecla Patagonia
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Por Alejandro De Angelis
Las alianzas políticas no se terminan cuando se recuentan los votos y se elige un ganador. Ya en el Gobierno, cada Ejecutivo busca aglutinar poder y equilibrar la correlación de fuerzas a su favor mediante la incorporación de nuevos aliados. La maniobra no solo otorga gobernabildad sino que, al mismo tiempo, debilita o elimina posibles rivales.
Sabido es que en la actualidad los partidos políticos como espacios totalizadores han perdido fuerza. Sin coaliciones, no hay acceso al poder. Esa atomización, sin embargo, tiene matices. En el escenario aún la preponderancia corresponde a las grandes estructuras. En la Patagonia, tanto la Unión Cívica Radical como el Partido Justicialista conservan una capacidad de representación y despliegue territorial mayor a las expresiones locales. Algo que se acentúa aún más en el caso de Chubut y Santa Cruz.
En ambas provincias, los Ejecutivos comenzaron desde el poder una tarea de fagocitación de otros espacios competidores en busca de ampliar su base de sustentación, debilitada por las magras gestiones y un acceso al poder con poco respaldo popular. La arriesgada jugada implica una pérdida de la identidad presentada a los electores, pero también logra ganar representatividad en ámbitos antes inaccesibles.
Algo que supo hacer con buenos resultados electorales, y no tanto en el ejercicio del poder, el kirchnerismo en su segunda etapa de Gobierno a niveal nacional, con la incorporación al espacio de los denomiados “radicales k”, y que luego intentó repetir el PRO sumando a un sector de la UCR, siempre en un tenso equilibrio más cerca del caos que de la armonía.
Los casos en la región
En la Patagonia, el caso chubutense es paradigmático ya que la línea que divide a las distintas facciones del peronismo es difusa, incluso para quienes las integran. Chubut al Frente, hoy a cargo de la provincia, supo emular el armado de Chubut Somos Todos, el partido que fundó el exgobernador Mario Das Neves, pero no encontró un líder que consolidara poder. Así recurrió a aliados, fundamentalmente provenientes del PJ, que no solo engrosaron las líneas de funcionarios sino que también alimentaron las bases de militancia.
Tal es el caso de los exdiputados provinciales Javier Touriñán, Cecilia Torres Otarola y José Grazzini que pasaron de integrar la banca del extinto Frente para la Victoria a respaldar la candidatura del Gobernador Mariano Arcioni frente a las opciones de “peronismo puro” que incluían al PJ y La Cámpora, entre otras facciones. Luego materializaron su respaldo accediendo a posiciones de poder que hoy están vigentes en muchos casos.
La concepción misma de Chubut al Frente fue motorizada por Rafael Cambarieri, dirigente de gran relevancia en el entorno de Arcioni y con origen en la militancia radical. En la transversalidad también se suscribe al vicegobernador Ricardo Sastre, afiliado al PJ, y al Intendente de Trelew Adrián Maderna, todos engranajes de un mismo sistema que se acomoda mientras anda.
En el caso santacruceño, ante un escenario históricamente polarizado entre dos fuerzas, la incorporación de soldados del ejército enemigo hace más ruido aún. Las acusaciones de traición y falta de pertenencia son tan estruendosas, que ni desde el propio oficialismo se animan a hablar del asunto.
Concretamente, la reelección de Alicia Kirchner y la mala elección de la versión local de Juntos por el Cambio trajo consigo un notorio debilitamiento de la oposición. Ante ese desequilibrio, el Gobierno avanzó incorporando dirigentes que pertenecían al espacio opositor y, puntualmente, de origen radical, algo que tensó los ánimos de ambos espacios.
El primero en cruzar de vereda fue el exdiputado provincial Gerardo Terraz, quien desde diciembre se encuentra al frente de la Secretaría de Minería de la provincia. A él se sumó en las últimas semanas Leandro Fadul, quién unos meses antes de asumir su cargo en la Secretaría de Comercio e Industria de la provincia, era parte del equipo asesor nada más y nada menos que del senador Eduardo Costa, principal figura opositora al kirchnerismo en Santa Cruz.
El salto de Fadul motivó un pedido de desafiliación urgente, que con el correr de los días y el avance de la pandemia se aplacó. También trajo malestar en el oficialismo, ya que su llegada motivó el desplazamiento de un funcionario de riñón peronista. Hacia afuera, el Gobierno de Alicia mostró dotes aperturistas que impactaron de buena forma en parte de la ciudadanía.
El traspaso de dirigentes de un espacio a otro, especialmente cuando se trata de la asunción en un cargo, no es novedad. Sin embargo, tanto en Chubut y en Santa Cruz, donde se trata de Ejecutivos débiles, la estrategia cobra otro valor y repercute en todo el escenario político. Los “doble camiseta” están a la orden del día, sin banderías ni fidelidad partidaria, esperan el llamado del poder para alistarse de inmediato, atarse los botines y salir a jugar.