La Tecla Patagonia
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Por Alejandro De Angelis
En la Argentina la emergencia sanitaria también se traduce, en muchos casos, en crisis política. No son pocos los dirigentes que vieron rápidamente desgastada su figura de conducción ante la gestión de la pandemia que demandó decisiones urgentes y trajo inevitables consecuencias trágicas, tanto en el plano de la salud como en el de la economía. Hasta el propio Presidente de la Nación, Alberto Fernández, vio afectada su valoración positiva con el correr de los días y la extensión de las medidas restrictivas.
En Santa Cruz, Alicia Kirchner no logró revertir su mala imagen ante la mayoría de los ciudadanos, que no fue limitación, Ley de Lemas mediante, para retener el poder en 2019. Si gobernador es hacer, las acciones determinan a las mujeres y hombres de poder. En ese juego, la mandataria se vio en muchas oportunidades sin rumbo ante la emergencia -debió cambiar a su Ministro de Salud-, y en otras, con un frente interno capaz de aprovechar el vendaval a su favor y quitarle apoyo.
En el haber, la Gobernadora tiene a su favor la finitud de su mandato. Como lo marca la ley y lo piensa la propia Alicia, en 2023 dejará de conducir los destinos de la Provincia y abrirá el juego para otros actores. Sin embargo, lo que es virtud también se convierte en un problema, cuando la carrera por la sucesión se vuelve encarnizada y hay quienes tienen un ojo en su sillón más que en la propia gestión.
Allí entra a jugar la figura del Intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, quien sin decirlo, tiene todas las intenciones de ser el próximo Gobernador de la provincia. Su figura supo ser un talismán para Kirchner durante su gestión, ya que ocupó cargo estratégico al frente del Instituto de la Vivienda y fue el caballito de batalla para cada elección que debió enfrentar el oficialismo. Primero como candidato a Senador en 2017, luego encabezando la lista de diputados provinciales en 2019, y por último compitiendo por la Intendencia de la capital ese mismo año, que le permitió al peronismo recuperar la conducción de la ciudad.
Pero los chicos crecen. Para su definitivo, Grasso necesita ahora despegarse lo más posible de la figura de la Gobernadora, sin dejar de ser una referencia del oficialismo. La disputa no es solo con la propia mandataria, claro está, en la carrera por la renovación también entran en juego funcionarios del propio Gabinete provincial que pugnan por elevar su perfil y contar con la bendición de su líder. También están los que decididamente juegan por afuera, como el intendente calafateño Javier Belloni y el dirigente petrolero Claudio Vidal.
Lo de Grasso es quirúrgico. Necesita gestión, siendo quien comanda el principal distrito de la provincia que contiene a poco menos de la mitad del electorado total, y también necesidad distinción. Ser y no ser. Un híbrido entre kirchnerismo y pejotismo, universos no siempre alineados.
Gestos y acciones
Hay imágenes elocuentes. En la apertura de sesiones de este año, cuando aún el COVID19 no era tema de conversación, el Intendente Pablo Grasso se ausentó de la Legislatura y no fue, como es habitual, a escuchar el discurso inaugural de Alicia Kirchner. El gesto no pasó desapercibido en el Ejecutivo provincial, y fue el primero de varios.
Casi en simultáneo, el Jefe comunal capitalino promovió la creación de una tasa a los camiones con carga pesada que quisieran cruzar la ciudad a través de la Ruta 3. La iniciativa generó un gran malestar en las empresas y los sindicatos, y no contó con el respaldo de la Provincia. “Los muchachos se equivocaron”, dijo a La Tecla Patagonia un alto funcionario al momento del debate público, no sin ironía.
Por esos días también el Grasso pretendía lanzar su candidatura como Presidente del PJ provincial para conducir el partido en reemplazo de Roque “Bicho” Ocampo. Desde la calle Alcorta bajaron sus pretensiones. Ordenaron armar una lista de unidad y consensuaron la continuidad de Ocampo al frente del espacio. A cambio, el Intendente posicionó a su "mesa chica" entre los congresales. También hubo lugar para el sector de Javier Belloni, representantes de La Cámpora y del caletense Cotillo.
El duelo siguió, con las medidas de aislamiento. Grasso desoyó las recomendaciones del Ejecutivo provincial en materia restrictiva y habilitó su sistema propio para el funcionamiento de los supermercados. Allí emuló lo hecho en Chubut y determinó una regulación a los vecinos mediante el uso de la terminación del DNI. Una pequeña alteración que volvió a marcar una diferencia.
Cuando el primer brote pasó y Santa Cruz parecía un territorio libre de coronavirus, el Intendente de Río Gallegos hizo las veces de Secretario de Turismo provincial. Junto a los Intendentes de Comandante Luis Piedra Buena, Puerto Santa Cruz, Gobernador Gregores, Los Antiguos, y El Chaltén y presentó una Alianza Estratégica Turística. Un corredor que promovería el turismo interprovincial. Resonó la ausencia de El Calafate, principal destino turístico de la provincia, y la falta de consenso con la Provincia. De todos modos, la iniciativa se congeló ante la llegada del segundo brote a la capital, que aún hoy persiste.
En ese encuentro se pudo ver a dos Intendentes, Héctor Vidal (Gregores) y Néstor Tico (El Chaltén) posando en la foto con el barbijo del Municipio, que lleva la “G” de Grasso, una iconografía algo difusa que se convirtió en centro de la polémica por su utilización como símbolo oficial.
“Me llama la atención que no haya medios críticos de la gestión del Intendente”, dice sin inocencia a este medio un diputado provincial alineado a la conducción de la gobernadora Kirchner, y deja entrever la grieta entre los líderes que se ensancha con cada decisión que toman.
Una nueva batalla de la Guerra Fría se dio en agosto de este año, cuando Grasso le pidió la renuncia a la Secretaria de Gobierno del Municipio, Celina Mansilla, ante la disconformidad por su desempeño en el área y el enfrentamiento con otros miembros del Gabinete local. Mansilla es militante de Kolina, el espacio de la gobernadora Kirchner y hasta 2019 fue del Consejo Provincial de Educación representando al Ejecutivo. Tras su salida de la Comuna volvió al área de Educación, con el aval de la mandataria provincial.
El último enfrentamiento aún se encuentra abierto. Tiene que ver con la autorización por parte de la Legislatura del tratamiento con ibuprofeno inhalado para pacientes con COVID19. La propuesta fue presentada por la diputada opositora Nadia Ricci (UCR) y el oficialismo descartó su aprobación ante la falta de evidencia científica que lo avale. Grasso pidió que se acelere su tratamiento en la Cámara mientras el ANMAT daba el visto bueno, y a él se sumaron los representantes del partido SER.
Desde el Ministerio de Salud provincial ratificaron su postura de no aprobar dicho tratamiento hasta no contar la autorización de los profesionales médicos. El bloque del Frente de Todos respaldó la postura, con disidencias internas. La cuerda se tensó y la posibilidad de una división en la votación es concreta.
Batallas futuras
"Río Gallegos necesita garantizarse ingresos", dijo el diputado por el pueblo de Río Gallegos, Eloy Echazú, respecto del debate por una nueva ley de coparticipación. El legislador que representa fielmente la postura de Grasso en la Legislatura, se anticipó a una discusión que se vendrá en los próximos meses en la Cámara de Diputados. El Jefe comunal entiende que merece una recomposición de los ingresos, y la Provincia debe conformar a todos y, al mismo tiempo, imponer el pago de los aportes a las Cajas previsionales, hoy con enormes déficits.
Consultado sobre la posibilidad de avanzar en ello, uno de los creadores de la nueva ley aseguró que “la pandemia no es el contexto para que la provincia resigne recursos. La gran mayoría del trabajo técnico está hecho pero aún resta determinar los porcentajes que puede resignar la provincia”. En Gallegos no opinan lo mismo. Ven la nueva norma como una necesidad urgente.
Otra batalla que se viene, más clásica en la política, tendrá que ver con el armado de listas para las elecciones legislativas de 2021. Santa Cruz deberá renovar allí tres bancas de Diputados nacionales, por lo que habrá posibilidad segura para que ingresen dos representantes del Frente de Todos.
La disputa se centrará en si Grasso se alinea al oficialismo y comparte una lista consensuada, o si finalmente se anima al corte y presenta su propia nómina. Se da por cierta la posibilidad de que, como en los comicios de 2019, el bellonismo vaya con su lista y posiblemente otros espacios en el frente interno hagan lo propio. Allí será clave no solo la decisión de Alicia sino el rol que cumpla Máximo Kirchner, mediando entre ambos sectores.
Como aquella escalada de enfrentamientos tácticos entre la Unión Soviética y Estados Unidos, este promete ser un duelo prolongado en el tiempo. El muro de Berlín santacruceño será el 2023, donde estarán las cartas jugadas y habrá una elección que defina a un nuevo líder. Mientras tanto, ni la pandemia puede disimular que hay una Guerra Fría en desarrollo.