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Argentina
14 de agosto de 2023
ANáLISIS

La política la chocó toda y ahora busca explicaciones por el triunfo de la rabia

Hace un año Juntos por el Cambio inició la guerra interna para ver quién se ponía el traje de candidato y en esa pelea fratricida dilapidó el capital político. Unión por la Patria tampoco pudo resolver cómo armar el post albertismo y la opción Massa no convenció al electorado. Ganó la no política, ganó la rabia.

La política la chocó toda y ahora busca explicaciones por el triunfo de la rabia
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Contra todos los pronósticos y contra todas las encuestas (cuando no), Javier Milei fue el candidato a presidente más votado en estas elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). El precandidato de La Libertad Avanza no sólo derrotó individualmente a Sergio Massa, Juan Grabois, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y los restantes 22 postulantes al sillón de Rivadavia, Milei juntó en soledad más votos que las sumas de Unión por la Patria y de Juntos por el Cambio. 

La sorpresa, traducida en caras de tujes en los búnkers de UP y JxC, tiene como primera señal un hartazgo social hacia la política que sigue sin poder interpretar las demandas de una ciudadanía descreída, cansada de promesas vanas y que expresó su rechazo a los frentes tradicionales con el apoyo hacia el libertario.  Milei fue la bronca, ahora deberá ratificar ese apoyo y sumar voluntades si quiere ser el sucesor de Alberto Fernández.

Juntos por el Cambio se creyó ganador de las elecciones de este año a partir de los desaciertos constantes del gobierno nacional, pero cayó en el tremendo error político de subirse al carro antes de atar los caballos que lo llevaran a la victoria. Entonces se enfrascó en una interna que desatendió la demanda de la sociedad para atender las cuitas propias y dedicar la campaña a dañarse puertas adentro. Si la sociedad buscaba algo distinto a las desavenencias entre el kirchnerismo y el presidente que el propio kirchnerismo puso en la cima y después fustigó con furia, el macrismo dio señales pésimas. Y lo pagó.

La misma sociedad que los ponía en una hipotética cima ahora los colocó detrás de la opción libertaria. Una opción sólo referenciada en una persona que, desde su simpática exposición en los medios, se hizo dueño de un discurso que encontró eco en el hartazgo de la gente, cansada también de ver a los políticos mostrar una vida a la que la mayoría del pueblo no puede acceder. “La casta” de la que habla Milei fue incapaz de sacarse ese sayo que el libertario les endilgó. 

Es todo un problema ahora para Juntos por el Cambio ir a disputarle votos a la ola violeta, es que tienen que ir a buscar en esa pecera de los que quieren mano dura, libertad de mercado y, sobre todo, no seguir siendo engañados con promesas de mejoras que nunca llegan. Si el kirchenismo paga caro un mal gobierno, al macrismo también se le sigue facturando una gestión fallida hace apenas cuatro años. No pudo, no supo o no quiso resolver los verdaderos problemas que afligen a la mayoría de los argentinos. Da lo mismo el motivo, lo que cuenta es el resultado. 

Milei sacó casi siete millones de votos con su soledad, sin estructura, sin partidos tradicionales, con denuncias de ventas de candidaturas, con la sospecha de que el esoterismo juega en su estrategia más que la verdadera academia. Milei ganó porque expresa una bronca. Pudo llamarse Pérez, García, Shotivenko o Parnisari. Se llama Milei, se peina como la mona, grita como un desquiciado, pero no importa. Detrás de él hay una incierta esperanza de que algo cambie, aunque también esa esperanza esté vestida de utopía. 
El peronismo acaba de hacer la peor elección desde que la democracia volvió a castigada Argentina de los golpes que, por suerte, ha quedado en las páginas negras de una cada vez más lejana historia. La estrategia falló. El candidato falló. 

Sergio Massa debe estar mascullando por estas horas una bronca suprema. Hizo todo para bajarlo a Daniel Scioli de la interna. ¿No hubiese sido mejor una Primaria más competitiva? Es contrafáctico, pero a la luz de los resultados la respuesta parece ser que sí. Lo hizo bajar a Scioli, pero Cristina Kirchner le dio vía libre a Juan Grabois, y el líder social hizo una decorosa elección, rejuntando votos del kirchnerismo extremo que no digirió nunca, ni digerirá, la postulación de quien hace tan sólo un lustro decía que los iba a meter presos.

El electorado peronista no avaló la candidatura del tigrense, para quien es poco consuelo (por no decir nada) haber sido el segundo más votado. Unión por la Patria, aún con la suma de los votos de Milei salió tercero. Es cierto que en un escenario de tercios, pero tercero, un escalón del podio que el peronismo no está acostumbrado a ocupar, y mucho menos a festejar.

El desafío de Massa, en tanto ministro de Economía de una inflación galopante que ahora a los trabajadores, hace inalcanzables los planes sociales, perjudica a los jubilados y solo le sire a los privilegiados de siempre, tendrá que tomar medidas. Massa es el presidente de hecho ante un Alberto Fernández desdibujado, que desde Olivos asistió a una jornada electoral como si fuera un actor ajeno. Es que a esa lejanía de todo lo llevaron quienes dijeron que con él se perdía feo y que debía pagar los desplantes a Cristina. Pues, son él se perdió feo.

Claro, su gobierno no pasará a la historia por la brillantez, pero la opacidad no es exclusivamente suya. El Frente de Todos fracasó y, como decían en la Casa Rosada la semana pasada a modo de anticipo lapidario: “Cristina y Sergio creen que el enojo de la gente con el Gobierno es sólo con Alberto, y no es así, el enojo los incluye a ellos también”. Las urnas demostraron la certeza de esa frase.

Cómo reaccionará el kirchnerismo a esta realidad que lo golpea con dureza es una incógnita que se develará en breve. Mientras tanto todos deberán arremangarse y buscar una salida que le deje a Massa alguna chance para cumplir su eterno sueño. No será nada fácil en un escenario donde ganó la furia. El único aliciente es que la otra alianza, la de la oposición con la que el kirchnerismo gusta polarizar, también mordió la lona, y tampoco tiene nada para festejar.
 

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