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Jueves, 26 diciembre 2024
Argentina
24 de septiembre de 2024
LA TECLA

Partidos en descomposición: la biblia y el calefón

Con bajísimos niveles de valoración popular, la clase política agudiza su distancia de la realidad. Internismo, sectarismo y la búsqueda de impacto mediático reemplazan al debate de ideas

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El último trabajo de investigación de la consultora Zuban Córdoba y Asociados arrojó un resultado contundente acerca de la confianza que la sociedad tiene en la dirigencia política: más del 75% de los argentinos no tiene ni un ápice de esa cualidad en su dirigencia. Las cifras no sorprenden. Es más, son casi una consecuencia inevitable de la constante caída en la calidad de los representantes del pueblo argentino, cada vez más alejados de sus necesidades y demandas.

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador. Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor” se ha convertido, tal vez, en la mejor descripción de la sociedad actual, a la que la política no escapa. Toda una premonición del genial Enrique Santos Discépolo.

El proceso de “berretización” de la política alcanza a todos los sectores, es transversal a todas las capas sociales y niveles de gestión y representación, y no parece tener visos de revertirse a corto plazo.

Montado sobre este desprestigio de “la casta”, Javier Milei y su soporte ideológico tuvieron la capacidad de explotar el hartazgo popular para llegar a la Casa Rosada, aupados por adultos decepcionados y jóvenes desesperanzados.

En medio de este poco prometedor panorama, las luces se posan con más potencia sobre el Gobierno, por su mayor exposición. Amén de contradecir su idea de que el pasado no debe volver, con figuras recicladas como Luis Caputo, Patricia Bullrich (finalizó en tercer lugar en las generales del año pasado), Federico Sturzenegger y tantos otros, incorporó personajes con nula experiencia política, escaso CUIL y exceso de exposición en redes sociales.

Bajo la bandera de la lucha contra la casta, el combate al marxismo y la libertad a ultranza, reclutó a expertos tuiteros, frikis en busca de fama, tarotistas de dudosa reputación (a esa práctica se dedicaba la ahora todopoderosa jefa de Gabinete y hermana del Presidente, además de vender tortas), terraplanistas y conspiranoicos de la pandemia y jóvenes aventureros en busca de un futuro plagado de relaciones y criptomonedas.

Así, la oposición apunta a las campañas de desprestigio de los trolls que organiza el gurú de la comunicación Santiago Caputo, alias “Rasputín”. Algunos de los propios, como el diputado Oscar Zago, denunciaron la utilización de estas prácticas para desprestigiar toda voz que se alce contra los designios del triángulo de hierro que conforman Javier y Karina Milei y el propio Caputo. Algunos de estos jóvenes se integraron a diversas áreas, como los ya famosos Daniel Parisini (alias Gordo Dan) o Juan Pablo Carreira, conocido como Juan Doe.

Las sesiones legislativas son otra muestra de baja exigencia en el control de calidad política de la clase dirigente. El oficialismo tiene como habitual vocera a Lilia Lemoine, una influencer opinóloga que amenaza al círculo de poder libertario con mostrar comprometedores videos (hay quien dice saber que aparecen figuras relevantes de las Fuerzas del Cielo en situaciones comprometedoras, incluso sexuales). Bajo el nick de Lady Lemon, se autodefine como colsplay y militante libertaria.

En la lista también destaca la ahora díscola Lourdes Arrieta, aquella que acudió a una sesión con el patito en la cabeza (nadie acaba de explicar el significado de esta moda), quien denunció haber sido engañada para visitar a represores en la cárcel de Ezeiza. Tras su separación del bloque oficialista, se fotografió con el gobernador K de La Rioja y aspirante a conducir el PJ, Ricardo Quintela.

Hasta Elisa Carrió, referente máxima de la Coalición Cívica y confundadora de Cambiemos, sumó un filoso concepto sobre algunas integrantes del Congreso, principalmente alineadas con el anarcocapitalismo. “Antes los ‘gatos’ eran acompañantes, ahora las veo sentadas en las bancas”, lanzó.

No escapa la oposición a esta sensación de estar “en el mismo lodo, todos manoseados”. Son habituales los picantes cruces personales (muy pocas veces en debates por cuestiones profundas), plagados de chicanas y reproches. “No se habla para convencer, sino para lograr unos cuantos reposteos y likes en X”, aseguró un exlegislador radical.

Provocadores como el amarillo Fernando Iglesias, habitual polemizador y tuitero consuetudinario, pueblan las bancas de la Cámara de Diputados, calentando el ambiente en cada sesión. En el team batahola se anota siempre el titular de la bancada boina blanca, Rodrigo De Loredo, cada vez más cercano a los postulados mileístas y a quien se recuerda soltar lágrimas por no poder ser más útil al oficialismo con las leyes que necesita y reclama (entonces lo bautizaron con el hiriente apelativo de Rodrigo De Lloredo).

En las antípodas de darle las herramientas a quien ganó, sustentada por el deloredismo y otros sectores boina blanca, el tándem Facundo Manes y Martín Lousteau (diputado nacional y senador, además de titular del Comité Nacional, respectivamente) pone en cuestión cualquier tipo de gesto de colaboración con las políticas libertarias. Y lo hacen notar cada vez que pueden, como sucedió tras la foto de los cinco “tránsfugas” (transfuguismo político, con sospechas de otros matices) que, tras cambiar sospechosamente su voto respecto del veto presidencial a la actualización de las jubilaciones, corrieron a hacerse una foto con Milei y otros funcionarios del Ejecutivo.

En el PRO no se quedan atrás. Sin tanta pirotecnica verbal ni éxitos resonantes en cuanto a cantidad de likes en redes sociales, buena parte de la sociedad observa con asombro la guerra que mantienen muchas de sus principales figuras por llevar al partido a arrojarse en brazos de los libertarios, mientras otros resisten y buscan mantener el espacio creado por Mauricio Macri. La puja ha difuminado, incluso, aquella idea de los halcones y las palomas que sirvió para definir posturas políticas.

Sin Horacio Rodríguez Larreta, otrora líder del palomar (creó un nuevo espacio, alejado de su antigua estructura) y con una pausa en su exposición pública, el sector moderado que representaba el diputado nacional bonaerense Diego Santilli aparece hoy como un fiel escudero de las políticas oficiales, acercando su discurso a la orilla bullrichista que combatió meses atrás. Otros, en cambio, hicieron el camino inverso, entre ellos exfuncionarios del macrismo como el exsecretrio de Cultura, Diego Avelluto, hipercrítico de la gestión actual y las políticas que se imparten desde la Rosada, polemizando con sus antiguos compañeros de ruta.

También el peronismo, en sus múltiples facetas, aporta a la confusión general. La figura de Cristina Fernández genera adhesiones y rechazos al interior de Unión por la Patria, aunque todos reconocen su valor y su magnetismo, que les asegura un piso del 30% de votos. El proceso de reconstrucción tras la derrota de Sergio Massa en el balotaje abrió un periodo de reflexión, y comienza ahora la puja por definir quién toma el bastón de mando. Allí se anotan Kicillof, varios gobernadores y La Cámpora, que en la Provincia mantiene una delicada alianza con el Frente Renovador, y ambos disputan con el kicillofismo la hegemonía del futuro.

La pulseada por la lapicera bonaerense enfrenta, cada vez más, al camporismo con Kicillof, quien habló de interpretar “nuevas melodías”. La respuesta de la “orga” fue en forma de cántico: “Si querés nuevas canciones, te presto las mías”, entonó la militancia en un acto realizado horas atrás en La Plata.

También se recuerda el plantón que dieron los legisladores del massismo a comienzos de año en Diputados, con reclamos varios hacia el Ejecutivo, o la reticencia del Gobernador y de Verónica Magario a “bancar” el proyecto de las camporistas Maite Alvado y Soledad Alonso para elevar las indemnizaciones laborales en el territorio bonaerense. También la disputa que mantienen el archikicillofista Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda, con sus pares de Lanús y Quilmes, Julián Álvarez y Mayra Mendoza -ambos de la “orga”- por los fondos del puerto de Dock Sud.

Otros mensajes confusos lo ponen dirigentes como Guillermo Moreno, quien puja por integrar a Villarruel a un peronismo renaciente -según el exfuncionario- o las indirectas de José Mayans, presidente del bloque de Senadores nacionales, hacia la titular del cuerpo para “avanzar en su amistad”. 





LA LIBERTAD AVANZA
Excéntricos y trolls en una dura disputa en las Fuerzas del Cielo

Poco sorprende -o debería sorprender- el perfil de la gestión mileísta, con un Presidente que hizo campaña con la motosierra en una mano y un rosario de insultos en su discurso. Tal vez por eso, por la improvisación en el armado de las listas y el gabinete, es casi una consecuencia inevitable que el Ejecutivo libertario tenga el récord de funcionarios renunciantes en tan poco tiempo. Algunos se alejaron en medio de escándalos y acusaciones. La heterogeneidad y grandes dosis de excentricidad terminaron por abrir grietas en el oficialismo, con la disputa entre Javier Milei y su vice, Victoria Villarruel, en el centro de la escena. No es la única disputa: en la lista destaca la que el eje Milei-Milei (Karina)-Santiago Caputo sostiene con todo aquel o aquella que discrepe con la línea oficial. Así, a la sangría de funcionarios se sumó el resquebrajamiento de los bloques en el Congreso: en Diputados se fueron Oscar Zago y Lourdes Arrieta (una de las visitantes de los represores en Ezeiza) y las tensiones no dejan de preocupar. Aunque las deserciones existieron antes, incluso, del armado final de las listas, cuando varios candidatos se bajaron acusando a los armadores de cobrar por un lugar en las boletas.

La diáspora comenzó también en la provincia de Buenos Aires, donde uno de los hombres fuertes de La Libertad Avanza, Carlos Kikuchi, tuvo un cortocircuito con Karina, “El Jefe”, y armó bloque propio en el Senado con otros dos legisladores (Sergio Vargas y Silvana Ventura). Días atrás se sumaron al espacio “Unión, Renovación y Fe”, un pool de pequeños sectores que conformaron un bloque desprendido de los libertarios mileístas en Diputados, haciendo rancho aparte del mileísmo puro que lidera, ahora, un fiel escudero de Santiago Caputo, Agustín Romo. El conocido tuitero reemplazó en el liderazgo de la bancada a Nahuel Sotelo, quien fue designado Secretario de Culto del Gobierno nacional.

Los libertarios “dialoguistas” son acusados por los ultramileístas de ser funcionales al oficialismo, denunciando sus vínculos con el Frente Renovador. De hecho, con malicia los llaman “libermassistas”. Sea como fuere, acompañaron varios proyectos del Ejecutivo y de Unión por la Patria en la Cámara baja.


UNION POR LA PATRIA
El problema de la conducción y el internismo permanente 

Los principales socios que conforman Unión por la Patria no logran salir de una crisis dirigencial y política que los arrastra a un laberinto interminable. La figura de Cristina Fernández ya no posee tanto peso ni legitimidad y se abrió un proceso de transición hacia una nueva conducción. 

Son varios los ejemplos que encajan en la caracterización de un estado de indefinición que adormece al Partido Justicialista. El primero, y más llamativo, es que no pudo reemplazar a alguien denunciado por violencia de género -con escándalo medíatico mayúsculo- como Alberto Fernández en la presidencia. Ni las fotos publicadas que mostraban a Fabiola Yañez con moretones, ni los videos de Tamara Pettinato en la Casa Rosada, ni los audios del expresidente insultando a su ahora expareja hicieron llegar a un consenso en el justicialismo para encontrar un nombre para salir del atolladero. Cristina Fernández no pudo imponer a alguien de su confianza, Axel Kicillof tampoco logró proponer a alguien de su cercanía y los gobernadores del interior no pudieron hacer valer su peso. El 17 de noviembre habrá elecciones y hasta el momento no hay certezas sobre el proceso de renovación de autoridades.

En la provincia de Buenos Aires la situación es diferente, pero no escapa a la crisis generalizada del peronismo. El presidente del PJ bonaerense es Máximo Kirchner y tiene mandato vigente hasta diciembre de 2025. Pero no son pocos los sectores que cuestionan seriamente el rol del líder de La Cámpora y la tensión no cesa entre las tribus.

Producto de las presiones, el titular del partido anunció en mayo que iba a proponer convocar a elecciones en el próximo Consejo Provincial. La fecha impulsada también fue el 17 de noviembre para poder empalmar con los comicios a nivel nacional. Lo cierto es que la última reunión partidaria fue en febrero en Cañuelas y luego no hubo ninguna otra instancia formal. De esta manera, tras el aviso de Máximo Kirchner, tampoco se concretó la convocatoria a elecciones internas. 

Del mismo modo, los sectores que más críticas realizan a la conducción del PJ bonaerense tampoco aceleraron mecanismos de presión para que se lleven a cabo los comicios ni tampoco mostraron intenciones de presentar lista.

Las discusiones internas en el peronismo se trasladaron al plano personal y poco se discute sobre qué orientación deben tomar en este contexto en el que gobierna un sujeto de las características de Javier Milei. En ese marco, Kicillof cobra un mayor protagonismo, que choca con la figura de CFK, pero últimamente comenzó a recibir ataques directos desde La Cámpora, la organización de Máximo.





REVUELTO PRO
La brigada anti Pato, el quiebre y una fuga hacia adelante con Milei  

En este rincón Mauricio Macri, en el otro Patricia Bullrich, un combate cuerpo a cuerpo que sacude las estructuras del PRO, agravando un deterioro partidario que comenzó tras la derrota en las elecciones bajo el sello de Juntos. Difícil es explicarle a un votante amarillo que su candidata terminó como una de las figuras relevantes de un Presidente al que acusaba de ser “un peligro”, a la vez que éste defenestraba a ella por “poner bombas en jardines de infantes” en su época de militante de Montoneros.

El regreso de Macri aglutinó a varios sectores (ritondistas, santillistas, grindettistas y otros) para internar la regeneración del PRO, tomando un poco de distancia de los esfuerzos por fusionar al espacio con La Libertad Avanza.

Su oponente gana espacio en el libertarismo y hasta forma parte ya del círculo de más estrecha confianza de los hermanos Milei, siendo uno de los principales arietes de las políticas de Seguridad con sus consabidas represiones (niñas y jubilados incluidos), aunque también oficia de vocera de temas económicos, políticos y otras yerbas.

Sin embargo, en el Congreso Nacional el partido logró, hasta el momento, mantener unidos los bloques, aunque el riesgo de resquebrajamiento no desaparece. Son muchos los que creen que las diferencias se profundizarán cuando se acerque la fecha en la que se definirá si el PRO es aliado o parte del oficialismo, de cara a las elecciones de 2025 y con la mira en el 2027.

La pulseada , en cambio, entre ambos referentes decantó en rupturas bonaerenses. El macrismo desplazó a Daniela Reich como titular del sello provincial gracias a una alianza anti-Bullrich, tomó el control del partido y empujó al sector leal a la ministra a romper los bloques legislativos.

Se espera para los próximos días que se confirme la fusión de espacios en la Legislatura, sumando las bancas de libertarios mileístas y el PRO Libertad, lo que podría transformar a este nuevo sector en segunda minoría de la Cámara baja.

En tanto, el “oficialismo” amarillo conforma un interbloque con radicales y lilitos, recibiendo una inesperada bendición: el fallecimiento del radical Lorenzo Natali le permitió sumar a Gustavo Coria, su relevo en la lista de JxC en los comicios del año pasado.

En el Senado sufrió la fuga de la impredecible Florencia Arietto, quien aterrizó en el mileísmo, mientras que Reich, esposa del alcalde ultrabullrichista Diego Valenzuela (Tres de Febrero) conformó su propio unibloque.



ADELANTE, RADICALES
El rezo laico, Gualeguaychú, los transfuguistas y un rumbo incierto

“Después de Gualeguaychú, el partido se fue a la mierda”, se quejaba amargamente un viejo militante boina blanca, de aquellos que recitaban el preámbulo de la Constitución en tiempos en que Raúl Alfonsín repetía como un mantra ese “rezo laico”. Es que la decisión de unir fuerzas con el PRO, la Coalición Cívica y otros espacios en 2015, bajo el sello de Cambiemos, atravesó la vida interna de la UCR, abriendo una brecha entre alfonsinistas (todos dicen serlo) y una versión menos ideológica y más aggiornada, con dosis de antiperonismo.

Las pujas por conducir al partido tuvieron un muestrario de caudillos, con más o menos seguidores, hasta que el cachetazo recibido por Juntos por el Cambio en 2023 hizo estallar esa bomba latiente que era el radicalismo. Llegaron los reproches y acusaciones hacia presuntos mariscales de la derrota, la autocrítica por haber sido “furgón de cola del PRO” y la fractura.

En el Congreso mantenían una forzada unidad las tribus que responden a Manes, Lousteau, De Loredo, Cornejo y otros. Hasta que, días atrás, cinco diputados se hicieron la foto con Milei y levantaron la mano junto a libertarios y amarillos para que el Presidente logre vetar un mísero incremento de las jubilaciones. Sólo uno de los “radicales con peluca” asistió al asado con el que se festejó el triunfo de la motosierra y el déficit cero, el tucumano Mariano Campero, dejando a la bancada que preside De Loredo al borde del colapso.

En la Provincia, los radicales hicieron honor al lema “que se rompa y no se doble”, luego de que la tropa de Manes partiera la bancada en la Cámara baja y se conformasen dos bloques rojos y blancos. La frutilla del postre fue la falta de acuerdo entre abadistas y opositores para hacer una lista de unidad que evite elecciones internas; así medirán fuerzas el 6 de octubre, con Miguel Fernández y Pablo Domenichini, respectivamente, como candidatos a suceder a Abad al frente del Comité Provincia. El no acuerdo y el cierre de listas dejó heridas en las dos facciones. Enojados que se fueron de grupos de whatsapp, alcaldes que jugarían a media máquina para no romper la paz en sus distritos y la incertidumbre sobre algunos dirigentes que podrían dar un salto. Además, sector de Lousteau quiere sumar al santafesino Pullaro a la campaña. 

Amén de los consabidos enfrentamientos personales, la UCR busca definir el rumbo. A pesar de que todos aseguran querer un radicalismo protagonista y con candidatos propios en 2025 y dos años después, no faltan quienes ven una disputa entre continuar caminando junto a viejos socios o ir hacia un nuevo esquema socialdemócrata, construyendo una avenida del medio con socialistas, progresistas y peronistas no K. Así, cobran sentido las fotos de Manes Juan Schiaretti y la prédica por sumar actores a una alternativa alejada de kirchneristas y libertarios. 





ANA CASTELLANI - SOCIOLOGA CONICET
Una discusión pública degradada y el riesgo sobre consensos democráticos

La socióloga, profesora universitaria y científica del Conicet, Ana Castellani, dialogó con La Tecla sobre el estado de situación de la dirigencia política y los debates públicos. En ese sentido, indicó que “diferenciaría la dirigencia política de las fuerzas de partidos más tradicionales como el radicalismo, el peronismo, el PRO y sus alianzas, de La Libertad Avanza, que es una fuerza política muy nueva constituida con outsiders, o sea, liderada por un outsider y constituida mayoritariamente por gente que no viene de la política”. 

En cuanto a la degradación del sistema político, consideró que “esa dirigencia política que hoy está a cargo del Estado y tiene participación en el sistema político, es una nueva fuerza, pero que imprime una marca distinta a los procesos de degradación que uno pueda identificar en partidos más tradicionales, como el peronismo, el radicalismo o el PRO.  Esas características de esos partidos más tradicionales vienen de un proceso de más larga data, desde la farandulización de la política en los 90, con el nivel de corporativismo que tienen”.

Asimismo, aseguró que “el mismo Presidente, como outsider de la política, empieza a marcar el tono de la discusión pública que claramente está completamente degradada y hace que se ponga en riesgo lo más elemental del sistema del régimen democrático, que es empezar a imaginar al adversario político como un enemigo a eliminar”. 

“Hay algo que es muy tradicional del sistema político argentino, que es el antagonismo, que se consolidó a través del conflicto con el campo en el 2008, entre dos grandes miradas, pero que tiene raíces previas en lo que serían las identidades peronistas y antiperonistas. Eso ya había tenido en la historia argentina una marca muy peligrosa de eliminación del otro”, añadió. Entonces, analizó,  “sobre esos antagonismos hay una ilusión de que para que el país funcione el otro tiene que dejar de existir”. 

Más adelante, Castellani sostuvo que “estamos tocando umbrales, se va bajando cada vez más la vara de la tolerancia política y del buen sistema de gobierno de un sistema democrático, que requiere que la oposición sea oposición, el oficialismo sea el oficialismo y que a veces vayan conjuntamente y otras marquen diferencias. Pero si el discurso oficial, con los recursos del Estado, con los 37 cargos de estructura que tiene Adorni, es horadar la democracia, la política y el funcionamiento de las instituciones, eso tiene un correlato indiscutible en la porción de la sociedad que todavía no encuentra soluciones y que va a empezar a descreer cada vez más. Está el riesgo de que vuelva a preferir que se lo venga a resolver alguien por afuera de la democracia”.




 

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