Alejado del Movimiento Evita y de la política, el dirigente social hace una fuerte autocrítica y dice que “la mayoría del pueblo está peor que en el 83”. Sus nuevas actividades y la visión del presente
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“Dale, llamame que hablamos, dame que te anoto el teléfono”. Fernando “Chino” Navarro interrumpe la entrevista y le da el número al hombre que le pide un favor. Está en uno de sus cafés, una de sus ocupaciones privadas, alejado de la política, de la que se muestra muy crítico y mordaz. Pasa otro y también quiere hablarle. La escena se repetirá un par de veces. “Ando por la calle solo, sin custodia, sin auto, la gente me saluda”, dice orgulloso el ex dirigente del Movimiento Evita.
-¿Qué es de la vida del Chino?
-Estoy volcado a la actividad privada. Con mi señora tenemos tres cafeterías, que administramos contra viento y marea por el marco de la crisis de consumo que sufre Argentina por el gobierno de Milei. Y asesoro a un laboratorio argentino que produce productos para la medicina estética, ayudándolo a instalarse en países de Centroamérica y del norte de América, en primera instancia México. Haciendo cosas en el mundo privado, donde creo que va a surgir lo nuevo en la política, para reconstruir un sistema que creo que está agotado, quebrado. La consecuencia de esto fue el 56% de Milei, un outsider absoluto que derrotó primero a Larreta, después a Bullrich y después a Massa y a todos nosotros, y hoy es el presidente de un ajuste sin precedentes en las últimas décadas y tiene entre el 45 y 55% de imagen positiva.
-¿Estás con ganas de volver?
-No, no. Yo empecé a militar en los 70 en el colegio secundario. Pero en términos de militancia más consistente fue después de la derrota de Malvinas en el 82, donde me afilié a Partido Intransigente; y el 10 de diciembre del 83, en Lomas de Zamora, asumí de secretario de bloque de concejales del Partido Intransigente. Desde ese día al 10 de diciembre del 2023, en esos 40 años fácil 35 estuve en la función pública; al igual que miles de mujeres y hombres que abrazaron la política para transformar la realidad. Y la verdad es que, más allá de las valoraciones personales que cada uno haga, la mayoría del pueblo argentino está mucho peor hoy que lo que estaba el 10 de diciembre del 83, que tampoco esta ba súper bien. Y si vemos los dos fenómenos políticos que se reconstruyeron después de la crisis del 2001, que fueron el peronismo mediante un instrumento que era kirchnerismo, y la centroderecha, que se reconstruyó en torno al macrismo, del 2003 para acá todos los indicadores, lamentablemente, empeoraron. Así que nos tenemos que hacer cargo y deberíamos tener la inteligencia, la honestidad y el sentido común de dar un paso al costado, darle lugar a nuevas generaciones y ayudar y colaborar desde un lugar secundario.
-¿Cómo sería?
-Yo ya no juego al fútbol, pero puedo pintar la cancha, lavar las camisetas, juntar las pelotas, tocar el bombo de la tribuna o ayudar al técnico. Todos podemos ser útiles, pero lo que no se puede es pretender jugar siempre en un equipo al que llevamos al descenso. Porque la hinchada hace lo que hizo en el año pasado, vota mayoritariamente a otro equipo, que no tiene historia, que no tiene ni proyecto ni programa, pero hoy gobierna Argentina, con un amplio consenso. Yo no comparto la línea del Gobierno, pero negar que tiene consenso de la sociedad, y que ha tomado medidas que tienen que ver con el sentido común, es querer tapar el sol con la mano.
-¿Y qué viene si esto fracasa?
-Yo no sé si va a fracasar. Habría que estudiar qué es un fracaso. Sí creo que si a Milei le va bien en Argentina se van a institucionalizar la pobreza, la inequidad y la violencia social. O la violencia familiar, la violencia de cercanía y mucho más narco. Lo que también es cierto es que si la inflación baja, hay trabajo y la macro ordena la micro va a haber más tranquilidad y estabilidad. Pero estabilidad no es sinónimo de justicia social o de equidad. Estabilidad no es sinónimo de felicidad. Es sinónimo de, bueno, aguantamos, estamos más tranquilos, nos ordenamos. Pero echarle la culpa a Milei del último año tampoco es justo, porque a Milei le dejamos el país patas para arriba. No es que lo volcó él el auto, ya venía dando vueltas. Aunque eso no lo exime de responsabilidad.
-Según datos de tu consultora, ¿cómo sintetizarías el humor social en el país?
-Tengo dos datos. Lo que te indican las mediciones y lo que recojo yo, que ando mucho en la calle. Lo que visualizo es que hay tristeza, desazón, desánimo. Sobre todo en la gente de más de 40. En los pibes lo que veo es más inmediatez, pensar en el presente, con absoluto descreimiento de todo lo instituido, que empieza por los padres en la casa, pero también por la escuela, por el club, por todo lo que tenga que ver con el Estado. Y bueno, detrás de esa tristeza está Bombita Rodríguez. En cualquier momento saltamos, en el subte, en un pasillo, en un semáforo, en la cancha, en la verdulería. Y después de vuelta el bajón. Es muy valorable que millones de mujeres y de hombres todos los días, en este marco que te describo, vayan a laburar, salgan buscar laburo, no les alcanzó la guita, el almacén no funcionó. Ya hay sectores medios que la están pasando mal y esa gente va para adelante, no importa a quién votó. Yo confío en esos cuarenta y algo millones de argentinos que, con aciertos y errores, son mucho mejores que la clase dirigente, porque además tienen más para perder.
-Pese a todo eso, este diciembre parece ser diferente.
-Es un diciembre tranquilo, de poca gente. Hay calles vacías, sin grandes risas ni grandes alegrías, pero hay tranquilidad. He estado con mucha gente que votó a Milei, que la están pasando mal, y te dice, “bueno, pero yo sabía que hay que hacer un gran sacrificio para cambiar el país; él no nos mintió”. Yo soy muy respetuoso y en eso utilizo una frase de mi amigo Martín Rodríguez. Martín dice “Milei se puede equivocar, pero los que votaron a Milei no se equivocaron”. Hay que tratar de entender el por qué se votó a Milei. Hay gente que dice “este es un pelotudo porque votó a Milei”, y no es así.